viernes, 5 de junio de 2009

Teatro

Un comentario sobre Avaricia ,Lujuria y Muerte de Valle-Inclán que se puede ver en Madrid en el Centro Dramático Nacional.
No basta con ser fiel al texto; si se olvidan las indicaciones del autor y Valle-Inclán es complejo, el resultado varía de forma significativa.
La primera: Ligazón, dirigida por Ana Zamora, en mi opinión le faltó dramatismo; las tijeras son el hilo conductor de toda la obra, desde el principio en el que la actriz sale con ellas colgadas, después cuando se las afila precisamente quién va a ser victima y hasta cuando son reflejadas, después de consumirse la tragedia ¡Cómo es que la mozuela no hace más ostentación de ellas! Este personaje, de la mozuela, evoluciona desde la más pura inocencia, aunque esto también está en entredicho, hasta la venganza, para que al final no sea mucho mejor que su madre. No me parece fácil de representar el doble lenguaje, pero me pregunto porqué leyendo la obra se entiende claramente y sin embargo, ayer en el teatro me pareció una acción sosa y un final gratuito. Las actrices estaban estáticas, les faltaba soltura, salieron a decir el texto que tenían aprendido y el escenario no las ayudaba; las puertas, los cerrojos, las ventanas no se ponen para que haga bonito sino para que formen parte de la representación y ayuden a los actores en su expresión; pero una sucesión de cortinas transparentes no dicen gran cosa y el público acabamos por no saber si están juntas o separadas si se oyen o se ignoran. El autor dejó explicado cómo representar esa parte final: el cadáver de un hombre con unas tijeras clavadas, os lo cuento porque leí ayer la obra.
La tercera: La rosa de papel, dirigida por Salva Bolta, bastante fiel al texto aunque prescinde del yunque donde está trabajando Simeón al comienzo de la función. Pero es el final donde el director derrama toda su imaginación y se salta las indicaciones del autor, de Valle-Inclán. Si hubiéramos visto representado ese otro final el efecto hubiera sido otro muy distinto: un hombre abrasado por las llamas producidas al arder la rosa de papel que había sido prendida por la vela, porque no puede desprenderse del cadáver de su mujer con el que mantiene una unión lascivia. Pero lo que vimos fue una serie de obscenidades (por cierto también Ana Zamora utiliza el paraguas para su propia obscenidad) que a determinado sector del público le debieron parecer excelentes pero que se alejan del final de Valle.
La segunda: La cabeza del Bautista, del director Alfredo Santol, no sólo es fiel al texto sino que dice lo que Valle quiere decir haciendo una representación muy original y utilizando perfectamente el mobiliario de la escena. Con unos actores que saben lo que el director quiere y que nos conducen perfectamente a la escena final de la tragedia sin hacer perder el interés, muy al contrario creciendo éste por momentos.

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