viernes, 17 de octubre de 2014

La costa del betún

Si quieres leer el primer relato de esta serie, pulsa aquí
Con pena de dejar el paraíso de Svanetia, contratamos un monovolumen con conductor, a medias con una familia vasca que habíamos conocido en Borjomi, para hacer los trescientos kilómetros que nos separaban de Batumi.

Batumi es la capital de la república federativa georgiana de Ayaria,  en la frontera con Turquía y a orillas del Mar Negro. Sus veleidades separatistas pasaron a mejor vida cuando, tras la revolución de las rosas, su máximo dirigente Aslan Abashidze se vio obligado a autoexiliarse a Moscú tras destaparse un oscuro asunto de corrupción. ¿A que os suena esta historia a algo cercano? Lo malo es que la persona en la que estamos pensando es muy poco probable que se exilie. Ya se arreglará algo para que el poco honorable personaje no vaya a la cárcel.

En Batumi terminan tanto el ferrocarril como el oleoducto que conectan con Bakú, en el Mar Caspio. Por aquí llegan el gas y el petróleo azerí al mercado europeo, y hay planes de ampliar estas instalaciones para que también los hidrocarburos de Uzbekistán y Turkmenistán puedan consumirse en Europa sin cruzar Irán ni Rusia.

El intenso tráfico portuario, unido al de camiones procedentes de la cercanísima frontera turca, ha provocado en los últimos años un fuerte crecimiento de esta zona. La ciudad es una mezcla delirante de antiguos edificios de la época zarista u otomana en todos los grados posibles de abandono o de reconstrucción, bloques soviéticos de viviendas, a cual más deteriorado, y las muestras más horteras que había visto nunca de arquitectura moderna.

Así, al lado de una versión bastante fiel de la casa Batlló, pero con quince pisos de alto, se erguía un palacio neoclásico deconstruido. Un poco más lejos, un edificio de acero y cristal estaba coronado por unas torres inspiradas en las de la catedral de Praga, y en una de sus fachadas de muro-cortina, para romper la monotonía, se incrustaba un balcón medievalista de hierro fundido.

Nuestro propio hotel se alzaba en la Piazza, una imaginativa recreación de una plaza italiana, reforzada con detalles rococó, secesión y cubistas.

A la mañana siguiente, para descansar un poco de tanto trajín, nos encaminamos a la playa. Una de las peores playas en la que he estado en mi vida, opinión que evidentemente no compartían las oleadas de turistas georgianos, turcos, rusos, armenios y árabes que se apiñaban a la orilla del agua. Y lo de apiñarse no es una figura literaria. Los encargados del alquiler de tumbonas y sombrillas las ordenaban en apretadas filas, paralelas a la playa, con no más de un palmo entre tumbonas.

Por los pasillos que se formaban caminaban incansables los vendedores de bebidas, frutos secos y khachapuri, que pregonaban su mercancía indistintamente en georgiano, ruso y turco.

Los bañistas, y sobre todo las bañistas, mostraban una gran diversidad étnica y cultural. Desde los escuetos bikinis de las rusas, hasta los bañadores con faldita o pololos de las turcas; desde la piel blanca refulgente de las georgianas hasta el moreno agitanado de las anatolias. Las mujeres de la península arábiga, en general, no iban a la playa, ya que sus maridos las obligaban a ir absolutamente cubiertas. Los hombres mostraban menos variedad. La mayoría vestíamos calzones caleteros, aunque también se distinguían los rusos con cuerpos tipo armario ropero como los que se ven en “Promesas del Este”, de los turcos, más bajos, con bigote y barriga cervecera.

La playa no estaba compuesta por arena, sino por grava, que formaba un talud de cuarenta y cinco grados donde batían las olas. Por ese talud se bajaba y se subía del agua. Los locales con toda soltura, y yo en un muy precario equilibrio, roto en cuanto me golpeaba una ola. O dicho de otra manera, cada vez que entré o salí del agua acabé revoleado y andando a cuatro patas, como las focas de los programas de la 2.

Después de un par de días, y en vista de que Batumi tenía muy poquito que ofrecer, decidimos volvernos a Tbilisi para hacer las últimas compras, visitar los museos más importantes, y seguir callejeando por la ciudad vieja.

El trayecto de Batumi a Tbilisi, seis horas en un tren moderno, homologable a cualquiera de nuestros trenes de cercanías, poco tiene que contar.

Nuestra primera visita en Tbilisi fue al Janasia, un museo arqueológico de gran categoría, con una magnífica colección de joyería cólquida e ibera. Tenía un ala entera dedicada al arte oriental, en la que destacaba una colección de pinturas persas de los siglos XVII y XVIII, que no había encontrado antes en ningún otro museo del mundo, ni siquiera en Irán.

También contaba con una exposición permanente dedicada a la “ocupación soviética de Georgia”, atribuyendo todas las maldades a los rusos, y ocultando que varios de los principales dirigentes de la URSS eran georgianos. En cualquier caso, la exposición impresionaba, no por los objetos expuestos, sino por los datos fríos del número de personas muertas víctimas de los combates entre partidarios y enemigos del comunismo, y de la represión y las purgas estalinistas. ¡Doscientas mil personas sobre una población de solo cuatro millones!

Si el museo Janasia daba una imagen moderna, con sus salas amplias, sus rótulos y paneles en georgiano, inglés y ruso, y su tienda de recuerdos bien surtida, en el extremo opuesto tendríamos al Museo de Bellas Artes. Ya la misma entrada indicaba que se trataba de un museo de otra época. En la fachada principal del edificio, bajo el mismo soportal que protegía la entrada, se había instalado una mezcla de oratorio y tienda de artículos religiosos. Un pedazo de moqueta raída sobre la misma acera, y algunas velitas delante de los iconos, inducían a los visitantes del museo a detenerse y persignarse. Una babushka se ocupaba de la venta de iconos.

Ya dentro del edificio, en el vestíbulo mal pintado y peor iluminado nos encontramos a tres policías fuertemente armados, que nos señalaron un mostrador destartalado, sin ninguna indicación en ruso ni en inglés. La empleada, muy amable, nos informó en ruso del precio de la entrada, que incluía una visita guiada en inglés.

Acompañados por nuestra guía cruzamos tres puertas consecutivas, una de ellas blindada y con apertura por código, y otra de aspecto medieval, con cerraduras de época. A través de ellas accedimos a las salas del tesoro. La magnífica colección de arte sacro y joyería quedaba deslucida por el entorno: Viejas vitrinas de madera sin un solo rótulo, ni siquiera en georgiano.

No quedaba más remedio que seguir el ritmo, muy acelerado, que marcaba la guía, ya que las visitas estaban cronometradas. Si conseguíamos entretenerla ante algún icono especialmente interesante, para compensar se saltaba los dos siguientes. En cualquier caso, la colección resultaba interesantísima, y se podía apreciar perfectamente la evolución del arte georgiano, con sus curiosos altibajos.

Desde la magnífica joyería cólquida, contemporánea de la Grecia clásica y con motivos tan originales como un collar de murciélagos, se pasaba sin solución de continuidad al primitivismo de los primeros iconos, de los siglos IV a X de nuestra era. Desde ahí, el estilo iba evolucionando hasta la edad de oro georgiana, la época de David el Constructor, en el siglo XII.

A partir de ese momento venía el vacío de los siglos tenebrosos, marcados por las constantes invasiones mongolas, turcomanas, persas y turcas. Los iconos posteriores, del siglo XVI en adelante, denotaban un claro retroceso respecto a los de la edad de oro, cuatro siglos más antiguos.

Con todos sus museos, avenidas y monumentos, para mí lo mejor de Tbilisi era perderse por la ciudad vieja. Pasear sin rumbo fijo por la maraña de callejuelas que se extendía por la orilla derecha del río Kvari, con sus casas en equilibrio bastante inestable, escaleras exteriores, patios con parras y ropa tendida, viejas tahonas de las que salían los niños con un pan enorme debajo del brazo. Minúsculos talleres como el del joyero-relojero que, después de buscar y rebuscar por latas llenas de desechos, encontró el broche de pendiente que necesitaba mi cuñada. Le cobró un lari, menos de cincuenta céntimos, mientras un par de gatos dormitaba al sol en el poyete de la ventana.

Casas torcidas que parecían sacadas de una película de Murnau, solares llenos de escombros, conducciones de gas oxidadas, albañiles repellando cuidadosamente muros a punto de derrumbarse, ventanas de Climalit recién instaladas en una fachada que se caía a pedazos, vecinos sentados a la sombra de una parra bebiendo una jarra de vino Tsinandali joven, muy joven, acompañado con los higos del patio de al lado…

De noche, por estas calles sin alumbrado, no me habría sorprendido toparme con algún pariente lejano del Golem.

****

Con este texto, termino el relato de este viaje por Georgia, pero no digo adiós. Pretendo, si tu paciencia lo permite, seguir escribiendo sobre otros países.

La diferencia es que, así como hasta ahora yo decidía sobre qué país o viaje iba a describir, esta vez te pido colaboración. ¿A dónde vamos a viajar la próxima vez?

¿Te apetece volver a Asia, para recorrer las selvas indochinas siguiendo los cauces del Irawadi o el Mekong hasta llegar a la Cochinchina y a las ciudades abandonadas de Bagan y Angkor? Quizás prefieras que visitemos el imperio de sol naciente, que nos sintamos absolutamente “lost in translation”, que viajemos en bicicleta o en el tren bala, que comamos anguila asada
en la cantina de la estación de Sendai, o que vayamos a curiosear las modas adolescentes de Akihabara y Shibuyu. O, todavía dentro de Asia, tal vez te guste recorrer un tramo de la Ruta de la Seda, tras las huellas de Gengis Khan y del Gran Tamerlán, yendo desde el ateo Uzbequistán hasta la cristiana Armenia, pasando por el Irán chiita, y visitando ciudades tan míticas como Samarcanda, Bukhara, Khiva, Isfahán o Ereván.

O, saltando a otros continentes, podríamos darnos una vuelta por el Caribe y el Golfo de México, por la Cuba castrista y la Venezuela bolivariana, pero también por las comunidades zapatistas de Chiapas y los poblados wounan de la franja de Darién, después de que crucemos el Mississippi, descendamos el Orinoco y naveguemos por la laguna de Xochimilco. Incluso puede que prefieras perderte conmigo en el Gran Pantanal, entre pirañas y yacarés, para luego recorrer la arquitectura futurista de Brasilia, las iglesias barrocas de Ouro Preto y las playas cariocas. Y de paso, ya puestos, correr en un todo terreno por el tramo norte de la mítica Ruta 40, la que va desde Tierra de Fuego hasta Bolivia, una pequeña parte de la carretera más larga del mundo, la Panamericana.

Si no te gusta volar, podríamos cruzar el Estrecho de Gibraltar y visitar el Magreb más cercano, con las ciudades imperiales de Fez, Xauen y Rabat, el inicio de la ruta de las caravanas a Tombuctú o los vestigios del imperio español en África. Aunque probablemente esta zona ya la hayas visitado.

Eso sí, no me pidas que vayamos a Oceanía, donde todavía no he estado, a China, donde no tengo intenciones de ir, ni a la vieja y aburrida Europa, convertida en un parque temático global.

¿Te decides? ¿Sabes ya a dónde quieres viajar? Pues no tienes más que pinchar un poco más abajo, en donde pone “1 comentario” (o 2, o 3, o hasta puede que 100, quien sabe) y escribir tu propuesta. Puedes dejarla como un mensaje anónimo, pero si firmas con tu dirección de correo electrónico, prometo contestarte, y al final enviarte un resumen de los resultados. Prometo también, si la salud me acompaña, contarte el viaje que resulte seleccionado.

Eso sí, me gustaría que explicaras por qué quieres ir allí, de dónde viene tu interés por el país, qué sitios o qué aspectos de su cultura te gustaría conocer…

Si tardas mucho en decidirte, no podrás participar. Como en algún momento habrá que tomar una decisión, los comentarios solo se podrán escribir durante 4 semanas, hasta el 16 de noviembre.

Lo que no te prometo es ni cuándo escribiré los próximos relatos, ni que te guste lo que escriba. El cuándo, porque depende de muchos factores ajenos a mí, y –sobre todo- de las ganas que tenga de escribir. Y si el viaje resulta ser aburrido, vaya en mi descargo que lo habremos elegido juntos. De lo único que seré responsable es de que los relatos estén mejor o peor escritos.

¡Anímate!

30 comentarios:

  1. Este primer mensaje es solo para romper el fuego, y animaros a publicar vuestra propuesta.
    Tengo que confesar que no me da igual escribir sobre un sitio u otro, siempre que yo haya estado allí. Hay lugares, países e incluso continentes que me gustan más que otros, y hasta es posible que se note en mi propuesta, aunque he procurado ser neutral.
    Lo dicho, a ver quién se anima y escribe el primer mensaje.

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  2. Magnífico como siempre, Arturo. Y me refiero tanto al viaje a Georgia como a las opciones que nos ofreces para que elijamos tu próxima publicación de tus viajes por el mundo en este foro. A mi personalmente me vale cualquiera de ellas; suenan fascinantes todas y yo disfrutaré leyendo cualquiera que elijas. Para empezar, mi primera opción es esa que yo soy incapaz de descubrir y que a ti te gusta más que las otras. Los jubilados tenemos las neuronas ya bastante romas y todo lo que sea afinar nos cuesta mucho o nos es imposible.
    La segunda..., pues no sé, quizás la de la Ruta de la seda; pero, si no te gusta, estoy dispuesto, como el político del chiste, a cambiar mis principios inmediatamente.
    Muchas gracias de nuevo, Arturo. Leo tus historias de viajes con pasión y unas gotas de envidia.
    Un abrazo para ti y para tu mujer que me parece tan protagonista como tu, sino más, de tus viajes.

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    1. José Ramon: Muchas gracias por tu colaboración y por ser el primero en opinar. Tomo nota de tu propuesta sobre la Ruta de la Seda, un viaje que en su día hice formando parte de un grupor organizado por una agencia de viajes,y que, aun así,me encantó.
      Pero veamos primero que opinan el resto de lectores.

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  3. La Ruta 40, sin dudarlo. Espero hacerla algún dia. Ya me contaras
    Besos para ti y Maria
    Diego

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    1. Diego, muchas gracias por animarte a responder. Conozco tu pasión por Argentina, y si tu propuesta tiene suficiente apoyo estaré encantado en escribir algo sobre la ruta 40, que también a mí me gustaría recorrer completa algún día.

      Por ahora, solo conozco el tramo comprendio entre Cafayate y Tilcara, en la provincia de Salta. No es muy largo, apenas 400 km, pero pasa por Abra de Acay, el puerto de montaña más alto del mundo (fuera de Asia).

      Un abrazo.

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  4. Pues a mi, como a José Ramón, me vale cualquiera de las interesantísimas propuestas. Votemos las que votemos, espero que las demás caigan también. Coincido con él, y creo que contigo, en decidirme por la ruta de la Seda.

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    1. Anónimo o anónima, seas quien seas, muchas gracias por tu colaboración. Te sumo a la de José Ramón, y a ver qué opina más gente. A mí me encantó el tramo (muy corto) de la Ruta de Seda que pude recorrer, por mezclar la historia más reciente (la caida de la URSS, el Irán de los ayatollahs) con personajes tan míticos como el Gran Tamerlán o Gengis Khan.

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  5. Después de leer todos tus relatos y considrándome tu fan, me gustaría leer algo sobre tus viajes por Brasil, será por lo que me apetece ir.
    Un abrazo

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    1. A mí también me apetece mucho volver a Brasil, es un pais tan inmenso que por muchas veces que lo visites siempre te queda mucho por ver. Mezcla a las mil maravillas la arquitectura más moderna (Niemeyer, Burle Marx) con las religiones populares de origen africano, las grandes capitales con la selva más grande del mundo, y puede enorgullecerse de tener la ciudad que considero más bonita del mundo: Rio de Janeiro.

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    2. Buenas noches Arturo:tanto a charo como a mi,nos encantaría que nos contaras tu viaje por Japón.ademas de por conocer tus reflexiones y comentarios,siempre atinados,porque estamos pensando organizar un viaje allí y seguro que tus propuestas nos pueden interesar mucho.
      En otro oden de cosas nos encantara compartir lo que decida la mayoría.
      Rosa

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    3. ¡Japón! ¡Qué difícil es lo que me pedís! Pero ya que lo ofrecí, su esta propuesta tiene suficientes apoyos, no seré yo el que falle.

      Lo que decía de "Lost in translation" no es ninguna exageración. En ese país, en el que se junta la tecnología más puntera con las tradiciones más antiguas, una de las frases que más tuve que utilizar era "Wakari masen, gomen nasai", que en castellano viene a significar "Disculpe, pero no entiendo nada".

      Y no era solo el idioma lo que no entendía, sino su forma de pensar, la manera de subirse a un tren o pagar en un autobús, cómo comportarme en un hotwel o unos baños termales. Creo que es con diferencia, el país más exótico que he visitado.

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  6. No he hecho ninguna propuesta porque tú hablas de la aburrida Europa y a mí me gusta mucho Europa.

    Los países donde el nivel de vida es inferior, me dan miedo y, por ejemplo, la ruta de la seda me atrae mucho pero me da mucho miedo.

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    1. Anónimo, anónima, quien quiera que seas: Comprendo perfectamente ese miedo que cuentas. Es el miedo a lo desconocido, que todos los grandes viajeros, empezando por Ulises, han sentido alguna vez. Pero cuando te lanzas, cuando estás ya metido en harina, cuando hueles el trópico o te corta la cara el viento de la estepa, todos esos miedos desaparecen, y piensas que lo peor que te podía haber pasado era no haber empezado ese viaje.

      Gracias, en cualquier caso, por compartir tu opinión.

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  7. Arturo: yo con la autonomía voladora que me concede el valium, me limito casi siempre a lo que tú llamas la aburrida Europa. Como soy urbana a tope me interesa Japón, adonde no pienso ir nunca, aunque si me convences quizás llegue a duplicar o triplicar la dosis y perderme en la traducción, que sabes que me apasiona.

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    1. Fina: Ya sé que te sueles limitar a Europa, pero no es menos cierto que has estado en sitios tan exóticos como Ghana, y no exactamente como turista.

      Tomo nota de tu propuesta a favor de Japón, empatada por ahora con la Ruta de la Seda. ¡Veremos quien gana!

      Un abrazo.

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  8. Pues ya que todos vuestros viajes me parecen una aventura enorme y me encanta leer las experiencias, me gustaría proponer una aventura aún más grande, ir a la Antártida y cruzar esos mares en barcos rompehielos y pasar por el cabo de Hornos, que creo q es una experiencia increíble.
    Además por lo que veo en Google Maps, que es el sitio de internet donde me paso más horas, además de los búsqueda de trabajo en Alemania, hay un montón de Parques Naturales todo por el sur de Chile y Argenitina que tienes que ser impresionantes, pero sobre todo a lo largo de la costa sur de Chile.

    De cualquier modo, espero que sigas escribiendo mucho que la verdad me encantaba pensar hasta ahora que los viernes siempre iba a haber un capítulo de vuestras aventuras.

    Muchos abrazos

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    1. Pues Juan, me temo que tu propuesta va a tener que esperar. A mí también me encantaría seguir los pasos de Magallanes, de James Cook, de Francis Chichester y de Darwin, recorrer la Tierra de Fuego (precioso nombre) y doblar el Cabo de Hornos, que me daría derecho a llevar un aro en la oreja, como los marineros de otras épocas.

      El problema es que la encuesta o votación o elección plebiscitaria, o como se llame, es sólo sobre sitios donde yo ya haya estado, para poder contar viajes ya hechos.

      Eso sí, cuando algún día viaje a la Antártida y navegue por los "Rugientes Cuarenta", prometo contarlo en este blog, e incluso dedicarte el relato, no en vano eres el más viajero y viajado de mis sobrinos.

      Un abrazo.

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    2. Entonces lo entendí mal, ya que pensaba que pedías propuestas para vuestro próximo viaje, y si por fin lo entendí, lo que buscas es opiniones para decidirte sobre qué viaje vas a hacer el próximo relato.

      Mi voto en ese caso sería para Japón porque la verdad que ya me van entrando muchas ganas de viajar alguna vez a Asia, despues de ya conocer un poquito de America y bastante de Europa, y con tus relatos tan a fondo resulta bastante fácil hacerse una idea de como son las cosas en los lugares donde visitais.

      Saludos.

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    3. Pues con el tuyo ya van tres votos por Japón, o sea que es posible que tengas suerte. Lo sabremos el 16 de noviembre.

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  9. Arturo,
    excelentes tus comentarios sobre el Cáucaso. Confieso que tengo que tirar de Wikipedia para poder seguirte y a menudo he admirado tu aplomo por poder mantener la moral alta en los paisajes de "Mad Max" o en "el Astillero" de Onetti, en fin en un inmenso desguace o chamarilería donde de vez en cuando encuentras alguna joya cubierta de polvo.
    Personalmente me gustaría leer tus impresiones sobre el Caribe revolucionario y bolivariano aunque entendería que prefirieras pasar unos días con el Club Mediterranee en La Martinica.

    Un abrazo

    Rogelio

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    1. Rogelio: Muchas gracias por tu propuesta, que procuraré complacer si consigue suficientes apoyos. Te adelanto ya que la idelogía bolivariana no me seduce, porque considero que no es más que un renacer de los nacionalismos criollos del sigo XIX cubiertos de un lenguaje indigenista y anti imperialista.

      Pero el movimiento bolivariano en sí, me parece fascinante.No solo la revolución social que está provocando en varios paises de la zona, ni el empoderamiento de los indígenas a que está dando lugar, sino el entusiasmo y la emoción que despierta entre las capas más desfavorecidas de la sociedad de Hispanoamérica.

      Nunca olvidaré mi primer contacto directo con este movimiento, en Quito, en 2005. Anunciaban en el Tiangui, una de las plazas del casco histórico, un concierto nada menos que de Quilapayún e Inti Illimani, mano a mano. Ya a cinco cuadras de la plaza tuve que bajarme del taxi, ante la marea humana que se dirigía hacia allí. Familias enteras de indios, entre las que destacaban algunos blanquitos como yo.

      El concierto en sí, espectacular. A lo largo de 3 horas se fueron desgranando todos los clásicos de mi época de estudiante, coreados a vos en grito por miles de personas o seguidos en un absoluto y respetuoso silencio. La Muralla, La Cantata de Santa María de Iquique, Soy del Pueblo, ¿Qué dirá el Santo Padre?...Y la apoteosis final: El pueblo unido jamás será vencido, coreado por todos los asistentes, sin excepción. La emoción y el ímpetu revolucionario se mascaban en el ambiente.

      Y no te preocupes, que si tu propuesta sale adelante, no hablaré de ningún resort de La Martinica.

      Un abrazo

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  10. Me vas a permitir, Arturo, una pequeña contribución en respuesta a la propuesta de Juan Chao.
    Si te interesa el tema de la Antártida, te recomiendo que leas un libro escrito por un ingeniero naval y marino de la Armada, Jose Ramón Larburu, que participó en la expedición Científica Española a la Antártida de los años 1988 y 89 a bordo del buque Las Palmas. El libro es una edición facsímil de su diario personal, manuscrito, en el que en forma de crónicas, recoge sus observaciones y reflexiones personales, los croquis de la fauna, la flora y los recursos naturales que veía cada día y hasta las relaciones sociales entre los miembros de la expedición. No he visto un libro tan curioso en mi vida.
    El libro se llama Viaje a la Antártida y está publicado en 1992 por la Editorial Naval, Calle Montalbán, 2, 28014 Madrid.

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    1. José Ramón: Me viene de perlas tu aportación, ya que me soluciona el regalo de fin de año a mi sobrino Juan Chao. Conocí a JR Larburu hace años, pero no tenía ni idea de que había publicado el libro que cuentas.

      Un abrazo.

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  11. Hola: k tal soy Esperanza, ya he leido todo tus relatos, excelentes como siempre.
    Me gustaria saber algo de Egipto, te lo he puesto en los comentarios pero no se si lo he hecho bien, un abrazo.

    Esperanza Reyes Utrera

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    1. Esperanza: Muchas gracias por tu propuesta, pero me temo que no va a poder ser. Todavía no he estado en Egipto.

      Y digo todavía porque Egipto es uno de los primeros sitios que quiero visitar, si algún día me jubilo y puedo viajar en primavera.

      Varios amigos que han estado allí coinciden en que el verano es demasiado caluroso para viajar por el país, y me recomiendan buscar otra época del año.

      Eso sí, el día que vaya te prometo que publicaré alguna crónica.

      Un abrazo,

      Arturo

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  12. Muchas gracias, Arturo, por trasmitirnos experiencias vitales. En nuestro Foro, entre unos cuantos hemos escrito 1000 comentarios sobre películas pero tú, cual un Marco Polo de nuestro entorno, nos narras tus viajes y las maravillas, a veces hasta horrores, que has tenido el valor de visitar, valor que el 95% de tus lectores no compartimos.

    Respondiendo a tu encuesta, de todos los viajes que nos propones como posibles nuevos relatos, hay uno que realmente me apetecería muchísimo hacer: Visitar Angkor Wat. Tendría yo unos diez años cuando vi una película (¡cómo no!) que me ha sido imposible localizar (no recuerdo su nombre) que se desarrollaba o, mejor dicho, creo recordar que acababa allí. Unos 15 o más años después me parece que en mi admirada "Apocalypse Now" se incluía alguna toma de sus "caras sonrientes" insertadas en la búsqueda del coronel Kurtz (¡tampoco era ése un mal viaje!) y se reavivó mi interés por la cultura Khmer, Claro que justo entonces el ex universitario de la Sorbona Pol Pot decidió aportar su granito de arena a la barbarie y cargarse a un 25% de la población en 3 o 4 años.

    A tí, que has estado allí, te ruego que nos hables de todo ello (incluyendo Camboya y su "memoria histórica") y estoy seguro que a muchos nos interesará mucho. En mi caso, infinitamente más que me aterrorices contándome cómo se toma un baño entre pirañas, aventura que nunca compartiría contigo.

    Un fuerte (y envidioso) abrazo.

    Manrique

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    1. Muchas gracias, Manrique, por tu propuesta, que si sale ganadora me encantará satisfacer. Efectivamente, estuve en Camboya en el 2003 y en el 2012, pero esta última vez el viaje se torció con el accidente de mi mujer.

      En el primer viaje, en el vuelo Vientiane - Phnom Penh me tocó sentarme al lado de un camboyano, con el que entablé una conversación. Antes de aterrizar me entregó su tarjeta de visita, y cuando ví que era médico (y un alto cargo del Ministerio de Sanidad), tuve la osadía de preguntarle:

      -¿Médico? ¿Vivía usted en Camboya durante el período Pol Pot?
      -Si- me respondió con una expresión impasible- solo sobrevivimos dos médicos en todo el pais.

      No seguí preguntando.

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  13. Hola Arturo: Esta petición tuya me hace sentirme protagonista de tú próximo viaje, en el caso de que salga mi propuesta, claro.
    Últimamente he leído interesantes libros de arte precolombino, lo que me impulsa a desear un viaje al continente americano. Cualquiera de las propuestas en esa zona me servirían.
    Un abrazo y que sigas escribiendo tan bien como hasta ahora y nosotros disfrutando de esas rutas que, por desgracia, no podemos realizar.
    Ana Díaz

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    1. Muchas gracias, Ana, echaba en falta tu opinión. Como habrás visto en los demás comentarios, tu propuesta por ahora no tiene más apoyo que el tuyo. Pero si sale ganadora, creo que lo lógico sería hablar de Ecuador, de Guatemala y de México, quizás con una breve extensión a Belice.

      En esos países he tenido la suerte de ver algunos museos magníficos de arte precolombino, junto con monumentos tan impresionantes como las pirámides mayas cubiertas por la selva, o la ciudad zapoteca-mixteca de Monte Albán.

      Pero lo que más me llamó la atención fue el contacto con los descendientes de los que levantaron esos edificios o moldearon las cerámicas. Allí siguen, viviendo (cuando les dejan) como hace mil años, hablando la misma lengua, y padeciendo una nueva esclavitud, la del neoliberalismo, más o menos como siempre.

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  14. Teminado ya el plazo de propuestas, antes que nada tengo que agradecer el alto número de respuestas, que supera mis previsiones más optimistas. Nada menos que 13 propuestas he recibido.

    Cumplida la primera de mis promesas, la de responder a todas las propuestas, abordo ahora la segunda, que es la de contar los resultados. Enviaré este mismo mensaje a las direcciones particulares de todas las personas que han hecho una propuesta, si las tengo.

    Empezando de menor a mayor, hay 2 propuestas que se quedan fuera, por no cumplir una de las condiciones iniciales, la de centrarse en paises que yo hubiera visitado, que ahora me doy cuenta de que no estaba claramente enunciada. Me refiero a Patagonia y Egipto. Quizás más adelante....

    Ha quedado fuera la propuesta del Maghreb, que no ha recibido ni un voto. A continuación vienen, empatadas a 1 voto, Indochina (en concreto, Angkor Wat), el Caribe, Brasil, la Ruta 40 y la América Precolombina.

    En el primer lugar de la clasificación, empatadas a 3 puntos, tenemos dos propuestas igualmente interesantes: Japón y la Ruta de la Seda.

    And the winner is......

    El ganador soy yo, evidentemente, ya que con vuestras opiniones puedo centrar un poco mis siguientes pasos. Creo que lo más justo será cumplir con los deseos de la mayoría relativa, pero casi abosoluta, y escribir sucesivamente sobre mis viajes a Japón y a Uzbekistán, Turkmenistán e Irán. De esa forma, podré satisfacer 6 de las 13 popuestas, un porcentaje nada desdeñable.

    Desvelada la incógnita, prometo (valga la redundacia) cumplir con mi promesa, y contar mis impresiones y recuerdos de ambos viajes. Lo que no sé es cuándo ni en qué orden. Desde luego, no antes de primavera. Necesito (necesitamos) un descanso, ya está bien de tanto escribir y leer de viajes. Y el orden lo decidirán el azar o la casualidad. Empezaré por el viaje que más me apetezca cuando llegue el momento, y si para entonces no tengo una preferencia clara, lanzaré una moneda al aire.

    Muchas gracias, y hasta la próxima.

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